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Hoy escribes tú

Atocha, historia de un milagro y Carta a un hijo

Andrés Amorós nos cuenta hoy dos relatos opuestos, uno cargado de dramatismo y otro en tono de humor con sorpresa final.

Hoy escribes tú, Atocha y Carta a un hijo

El audio empezará a sonar cuando acabe el anuncio


Atocha, historia de un milagro

Mi nombre es Juan, y vivo desde hace seis años aproximadamente en la localidad madrileña de Arroyomolinos, con mi esposa y mi hija de 23 años, trabajo en un despacho de abogados en la calle de Alfonso XII, 24 de Madrid.

Para desplazarme a mi trabajo utilizaba, y sigo utilizando, el tren de Cercanías, hasta donde me desplazo con mi vehículo, normalmente lo hacia a la estación de Humanes, donde embarcaba hasta la estación de Atocha, e iba a la Plaza de Castilla (Juzgados), haciendo transbordo al andén 2 de cercanías hasta la estación de Nuevos Ministerios y en la calle coger el Autobús 27 hasta la Plaza de Castilla.

Mi hora de salida de casa es sobre las seis de la mañana.

Una mañana cuando voy a coger el coche, me encuentro con la ventanilla destrozada, y el coche movido, mi primera y lógica impresión es que han intentado robarme, pero compruebo que no falta nada y que tan siquiera han tocado unas monedas que llevo en la guantera para los aparcamientos. No le doy mas importancia que la debida, pues no es la primera vez que me entran en el coche y entiendo que ésta, al no encontrar nada lo han dejado tal cual.

Despierto a mi hija que aún duerme y la pido que me lleve a Humanes para coger el tren, pues no quiero llevar el coche y dejarlo con la ventanilla rota.

Como consecuencia del incidente voy acumulando un retraso que en ese momento desconocía, pues iba pensando en la forma de combinar para poder hacer lo mismo que el resto de los días, si pasar previamente por el despacho o como todos los días ir directo a Plaza de Castilla.

Sobre la mitad del recorrido del tren, recibo una llamada de mi hija, que ya se ha enterado del motivo de la rotura de la luna del coche.

Al vecino de al lado le han robado una moto que tenia justo en la parte de atrás del coche, pero como tenia alarma, me han roto la ventanilla, han sacado mi coche de la plaza, a continuación han sacado la moto y han vuelto a colocar el coche de nuevo en la plaza. Ya esta la policía en el garaje con el vecino y me indica que es posible que cojan las huellas que han dejado en el coche y en una barra de hierro que han abandonado. Esa noche robaron tres motos en mi garaje. Comentamos alguna cosa más sobre el incidente y nos despedimos.

Al llegar a la estación de Atocha, deben ser aproximadamente las 7:30 horas, y empieza mi duda de si ir al despacho a la calle de Alfonso XII, o ir primero a la Plaza de Castilla a retirar las notificaciones, me dirijo al Andén 2, pero en el puente que une todos los andénes, rectifico y decido irme al despacho, por lo que tengo que salir a la calle y coger al autobús 19.

Cuando llego, está en la parada y apenas tengo que esperar, inicia la marcha y pasa por la rotonda de la estación para hacer el cambio de sentido.

Justo cuando el autobús se encuentra sobre la Estación, suena un estruendo aterrador que deja en silencio el autobús, solo se oye un susurro de un viajero "hijos de puta".

El estruendo ha sido a nuestra derecha a unos 100 metros, desde donde se ve salir humo, sobre los vehículos del aparcamiento, por lo que pienso que ha debido ser un coche bomba aparcado. La gente se va acercando con curiosidad y con sigilo sobre el aparcamiento.

Solos unos segundos después, dos explosiones mas casi seguidas, que provocan terror en los viajeros del autobús entre los que me incluyo, la gente grita y le exige al conductor que haga el favor de arrancar y nos saque de allí, lo que hace una vez que el vehículo tiene la vía libre. (A lo lejos sobre el perfil de Madrid, vi un hongo de humo que podía ser de otro de los trenes atacados.) La gente que antes se acercaba curiosa ahora corre desorientada en todas direcciones.

Confieso que sentí pánico y miedo de los coches aparcados de la calle, temiendo que alguno de ellos explotara al paso del autobús, y tenía ganas de alejarme cuanto antes.

Cuando llegue al despacho debían ser sobre las 7:50, mi angustia al estar en un sitio cerrado era mayor, no podía controlar mi respiración, por lo que llame a mi casa, le conté a mi mujer lo que había pasado y le dije que pusiera la televisión por si decían algo. Por la calle ya sonaban las ambulancias. Me temblaban las piernas. Cogí los papeles que necesitaba y de nuevo a la calle para coger el autobús 27, camino de Plaza de Castilla. 

Pero ya nada era igual, el autobús iba lleno de gente que contaba lo que había pasado en la estación, el terror vivido por alguno de ellos y las noticias que iban llegando de otros sitios. Y los muertos.

Intenté que mi vida no cambiara, al día siguiente volví a hacer el mismo recorrido en tren y pase por la estación. Fue aún más desolador. Ese día me cambió la vida.

Sabía que ese día, la suerte había jugado conmigo y que si hubiera decidido ir a Plaza de Castilla me habría pillado el atentando en la estación, a una hora que no era la mía pues normalmente yo llego sobre las 7 horas.

Durante mucho tiempo intenté no leer periódicos, sólo lo informativos de la televisión, evitando imágenes y comentarios. Me limitaba a los comunicados oficiales. No entendía nada de lo que había pasado y ponía en duda cuantas informaciones me llegaban fueran cuales fueran. Tal es así, que durante seis meses defendí y discutí incluso la tesis de que el tren de Atocha no había llegado a entrar en la estación cuando la primera explosión. Hasta que vi la secuencia de explosiones grabadas por las cámaras de seguridad de la estación y pude comprobar que la tercera de las explosiones se produjo justo en la puerta que yo hubiera utilizado si decido ir a Nuevos Ministerios.

Juan Toledo

Carta a un hijo

Querido hijo:

Espero que al recibo de esta carta te encuentres bien. Nosotros no nos podemos quejar, aunque tu madre, por ejemplo, se niega a salir de casa. Ya sabes como es. Tiene la obsesión de que la señalan con el dedo y de que la persiguen. Incluso se ha negado a ir a misa los domingos porque dice que, en las homilías, el cura se refiere a ella. Yo también salgo poco. La verdad es que no me apetece, lo malo es que los amigos vienen a verme cada día menos y estoy, lo que se dice, de lo más aburrido.

Por otra parte tengo que decirte que tu hermana ha tenido un niño. Es un niño precioso. Yo quería que le pusiesen tu nombre, pero tu cuñado se negó en redondo. Es más, ha estado tres días sin hablarme por el simple hecho de proponérselo.

De tu hermano poco puedo contarte. Está teniendo mala suerte en la mili. No le dan permiso ni con recomendación y se pasa el día en el calabozo. Yo no entiendo porqué, ya que siempre ha sido un chico más bien tímido, de esos que no han matado una mosca en su vida.

Por lo demás, poco que decirte. Si acaso, que el alcalde del pueblo se ha empeñado en cortarnos la luz y el agua porque dice que no pagamos. Cosa que, como comprenderás, no es cierta. Pero entre que se aclara el tema y no, estamos sin luz y lavándonos como podemos.

Bueno hijo, nada más. Cuídate mucho. Y, por favor, cuando arbitres al Real Madrid, no vuelvas a pitarle un penalti en el último minuto, ya que tengo la sensación de que no está bien visto.

Un abrazo. Tu padre.

Juan Requiano

 

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